La incomprensión, la indiferencia

Es duro esto de estar en una banda de rock. Parece que por mas que se haga, por mucho que se luche, nunca es suficiente, la sensación es que siempre puedes dar algo mas, siempre hay algo por hacer o algo que olvidaste. Alguien que te esperó al acabar un show para decirte «hola!!» y no pudiste saludarlo porque tenias que recoger los trastos, un cartel de algún concierto por hacer, una grabación o vídeo que editar, un tema nuevo a medio componer que queda atrás por falta de tiempo, o un tema viejo que arreglas para mejorarlo y al que siempre crees que pudiste sacarle mas jugo.

Entendedme, los que estamos en este rollo nos sentimos unos privilegiados. Tenemos el tremendo privilegio y la responsabilidad de subirnos a un escenario a cantar y a hacer el loco, tan solo porque unos pocos aún más locos que nosotros deciden que quieren oir lo que tenemos que contarles. Eso no es una cosa que pase a todo el mundo y tenemos claro que la maquinaria avanza porque este tipo de gente existe en nuestro pequeño mundo de guitarras, tambores, bafles, decibelios y descontrol. Nunca nos cansaremos de decir que, sin esa gente, no merecería la pena y nada tendría sentido porque tocaríamos para la pared. Ellas y ellos, es decir, vosotros, hacéis posible el milagro. Hacéis posible el esfuerzo.

Los No Konforme liandola con los colegas.

Los No Konforme liandola con los colegas.

No obstante hay veces -mas de las que nos gustarían- que te vuelves a casa despues de un concierto con una sensación agridulce. Sabes que todo ha estado perfecto. Sonaste guay, el sonido tanto dentro como fuera fue bueno, el técnico hizo su trabajo con profesionalidad, y nosotros estuvimos a la altura. No hubo grandes errores, todos tocamos bien, hicimos y dimos espectáculo… volando alto, sonido potente y compacto. Y por alguna razon, el público, esos chavales y chavalas por los que hacemos todo esto, estaban totalmente apáticos. Como zombies. Muertos. No se veía expresión en sus caras. En sus ojos no ardía la llama de la pasión. Arriba, se siente con fuerza la incomprensión. la indiferencia.

No se si es una cuestión de, justo eso, incomprensión, de relevo generacional, de que el punk y el rock están cada día más muertos, o incluso que de lo que llamamos punk-rock hace años que dejó de ser punk-rock auténtico. No te puedes parar a pensar como era esto cuando tenías 17 años porque todo cambia -el inevitable paso del tiempo- y gente como la que te inspiraba de joven para escribir una canción, que en mi caso iba desde La banda trapera del Rio o Código Neurótico hasta Offspring o Green Day, o ya no existen porque desaparecieron dignamente antes de convertirse en un circo ambulante, o bien, asimiladas por el sistema son ese circo ambulante odioso y cretino, una maquinaria de hacer billetes subidos en limusinas blancas, que -no deja de ser paradójico- es exactamente lo opuesto a lo que representa el punk. Los primeros punkis de los 70 luchaban contra viejos rockeros gordos y petardos que representaban el rock institucionalizado, el rock cobarde que estaba totalmente acomodado en el sistema. Y treinta años después, estamos en las mismas.

En fin, me voy por las ramas. La gente que nos ha visto en directo, sabe que por norma nos dejamos el puto pellejo en cada concierto. Somos más bien una especie de gladiadores locos con guitarras y baquetas, que unos músicos al uso. Hay días que volvemos a casa lesionados. Hay días que volvemos de una pieza. Hay dias que vamos con heridas, magullados y rotos por los golpes del directo, por el cansancio de varios días ensayando, cargando, descargando, tocando, conduciendo centenares o miles de kilómetros. Durmiendo en albergues, hostales, o en los asientos del coche o alguna cuneta con hierba en alguna carretera secundaria.

Hay gente que cree que esto es un puto teatro, que lo que hacemos es circo. No. Nada más lejos de la realidad. Esto es pasión. Cuando llevas 5, 10 o 15 años arrastrando el culo (y doscientos kilos de trastos) por medio estado, tragando mierda un día sí, y otro no, no debe ser cuestión de teatro, si no de ganas y pasión. De pelas y lo que se palma… mejor ni hablamos. Esto mismo les pasa a otros tantos grupos de colegas que andan por ahí dejándose el culo en las carreteras y escenarios, dilapidando pasta, tiempo y juventud en arás de un sueño: que su mensaje, igual que el nuestro, os llegue y os mueva a echar un rato dando botes en el mosh pit.

Con gente asi de loca, mola mucho mas.

Con gente asi de loca, mola mucho mas.

Los mejores conciertos que recuerdo no son los que mas gente había, sino los conciertos más locos y bizarros donde más gente botaba, donde la peña se subía al escenario a saltar por los aires, donde veías gente haciendo stage diving, o a cantar un cacho de un tema que les había llegado al corazón. Envidio a mexicanos o chilenos porque ellos aún mantienen esa llama encendida, esa rabia y diversión en una suerte de primigenio punk autodestructivo y cafre.

Lo triste es ponerle tantísimo esfuerzo y pasión y ver indiferencia y desdén en el público. De verdad, yo preferiria una patada en el culo antes que indiferencia. Prefiero que me digan «sois una puta mierda» antes que esa maldita indiferencia, ese desprecio velado por el esfuerzo y el sudor, la sangre y la mierda que conlleva esto.

Por eso, para finalizar este pequeño articulo, quiero hacer un homenaje a esa gente, esa panda de locos inkonformes que saben que tan importante es que los musicos estemos arriba como que ellos esten abajo dandolo todo en cada tema (o al menos en los que le gustan, no se trata de ser hipócritas), que valoran este duro esfuerzo y nos lo devuelven con ganas y pogo.

Asi que ya sabéis, cuando volvais a ver a un grupo, si os gusta… caña. La banda os lo agradecerá. Nosotros… o la que sea. No olvidéis que vosotros sois quien mueve toda esta historia, las y los verdaderos protagonistas de esta caótica historia.

Salud, muerte y destrucción. Nos vemos en la próxima.

JC Bauer – Guitarra